Por: Eurídice Losada

La autora del post: Eurídice Losada
Hablar sobre un género que se ha convertido en icono de la canción romántica dentro de la cultura de habla hispana -y que aún la rebasa-, de un género que ha evolucionado con el tiempo -por lo que mantiene su innegable vigencia de más de un siglo-, e intentar con ello mostrar y organizar algo más sobre toda la información acumulada en tantos y tantos artículos, seguramente resultará arriesgado. Mucho más porque pretendo hacerlo desde mis propias reflexiones, y en este caso decido caminar hurgando sobre la evolución del género para encontrar, dentro del propio proceso, algunos rasgos evidentes, otros más sutiles y discrepar o aprobar sobre este reconocido y controvertido género.
Siempre será bueno confesar una verdad de Perogrullo: el bolero tiene una nacionalidad indiscutible, es cubano; y su origen se tiene señalado hacia finales del siglo XIX, marcado indistintamente en 1883 o 1885.
Es importante tener en cuenta que el siglo XIX marca un hito en el nacimiento y reconocimiento de las diversas culturas que surgieron en el continente americano producto del proceso de transculturación, comenzado con la fundación de las primeras colonias en América y que muestran innegablemente las raíces más fuertes que la han alimentado: Europa y África; y no hay duda que durante todo el siglo XIX cualquier lugar de las Américas era protagonista de un nuevo e indiscutible producto cultural.
…Y ese siglo XIX había sido prodigo con la naciente cultura musical cubana.
En el momento que surge el bolero como género urbano, ya otros géneros de la canción formaban parte del devenir cotidiano en los diferentes estratos sociales. Géneros como la habanera, la guajira, la criolla, la propia canción, los cantos de clave o la guaracha (que como canto de “choteo” era además característico del teatro bufo), existían en bullente presencia e interacción contando con una vigencia innegable dentro de la cultura y el devenir musical de la isla.
Si bien la habanera en el siglo XIX había traspasado las fronteras y aparece en cantos de España, e incluso Bizet y Debussy la utilizan en algunas de sus obras, no podemos confirmar con la misma certeza la fecha exacta de nacimiento de la criolla y de la guajira, aunque las células rítmicas que caracterizan ambos géneros están presentes en las danzas y contradanzas de la época desde la primera mitad del siglo XIX.
La habanera tal como se interpreta en Cuba, resulta mucho más delicada en sus acentuaciones, que cuando escuchamos la “Carmen” de Bizet o inclusive habaneras de creadores e intérpretes no-nacionales. El modo de asumir suavemente la primera corchea con punto con que se inicia el ritmo y la sosegada acentuación de las dos últimas corcheas (la última que casi es un susurro), brindan la posibilidad a este género para una interpretación de sentido lirismo.
Eglise Gutiérrez, Romanza de María la O de Ernesto Lecuona
Estas características de la habanera influyeron en todo el modo de interpretación de la canción romántica, convirtiendo posteriormente este género en el idóneo para el tema de amor en las zarzuelas cubanas y de la propia canción de amor elaborada.
La guajira presenta el famoso cinquillo cubano al que se añade un compás de cuatro corcheas; este segundo compás entrega un “reposo cadencioso” al ritmo, el que suele interpretarse con una articulación marcada donde cada sonido articulado responde al metro-ritmo propuesto, aspecto que pocas veces sucede con la habanera.
Ramón Veloz, La Alborada de Celia Romero
Finalmente la suave criolla, que ya sea en 6/8 o combinando el compás de amalgama 6/8 -3/4, también era parte de los géneros que marcaban la canción de amor urbana de la época.
Esther Borja y Luis Carbonell, Ojos Brujos de Gonzalo Roig
Este ritmo de criolla contó con determinada presencia en los finales del siglo XIX y principios del XX, pero fue perdiendo vigencia, tal vez porque la acentuación métrica ternaria del 6/8 lo remitía a características locales folclóricas, o simplemente porque los géneros binarios ya empezaban a gozar de mayor aceptación en los medios desde el propio comienzo del siglo y por tal se desarrolló una mejor y más amplia identidad con los géneros que poseían la métrica binaria.
Al llegar a este juicio sobre las sutilezas de interpretación de estos géneros algo salta a la vista y nos conduce a una interrogante: ¿Cómo es que existiendo varios géneros que indistintamente cantan al amor, aparece uno, además con la célula rítmica de otro (la guajira) y con un concepto de pausada y lírica interpretación que, a su vez, se suele encontrar en la habanera?
¿Sería atrevido cuestionarnos si esto resultó ser una primera “fusión” de géneros urbanos y que se realizó como suele suceder con el creador espontáneo? (que sabe lo que busca, lo que quiere trasmitir y lo encuentra de manera sabia y precisa).
Siempre encontraremos preguntas sin respuesta, pero no cabe duda que el creador escogió expresarse con el movimiento cadencioso asumido y heredado de su realidad sonora cultural, pero también requería de un modo más suave e íntimo para poder reflejar sus más sentidas realidades amorosas en el amplio espectro de emociones con que el amor se manifiesta.
La rítmica cadencia del cinquillo, expresada a través de su síncopa, combina el ciclo con cuatro suaves corcheas que le dan reposo y sosiego. No nos cabe duda que el genio creador encontró en el bolero la forma de reflejar y manifestar el amor en correspondencia con una nueva idiosincrasia social que había nacido en esta especial zona del continente llamada Cuba.
Nombrando las características técnico-estilísticas que evidentemente encontrarnos en el bolero como nuevo género, señalaríamos:
- Aire o tempo cadencioso-suave.
- Articulación y fraseo en legato.
- Melodía intimista y líricamente sentida pero exenta de virtuosismo vocal.
- Se mueve dentro del registro medio-central sin requerir de grandes extremos melódicos.
- Sutil concepto de rubato para expresar el texto dentro de los dos compases.
- Asumir los textos concebidos poéticamente.
- Reflejar la realidad amorosa en toda su integridad y con toda su diversidad de matices y emociones.
Siendo cierto que los primeros boleros fueron concebidos en forma binaria repitiendo ambas.
Alejandro Almenares y Yaima Téllez, Tristezas de Pepe Sánchez
Finalmente podemos afirmar que será en el modo de asumir todo ello que cada cantante busca el sello que caracterizara su fraseo, interpretación y estilo personal.
Estas fueron las características que aportó el nuevo género, las que incidieron y propiciaron la preferencia que inmediatamente comenzó a ganar.
Imagen de cabecera: Sin título, por Fercho112 vía www.pixabay.com
Debe estar conectado para enviar un comentario.