Por: Imilka Fernández.
Quiso el destino que su nacimiento se produjera un 21 de octubre, un día después en el que celebramos la jornada de la Cultura Cubana. Quiso su cadena de nombres, Úrsula Hilaria Celia de la Caridad, hacernos ver que se trataba del nacimiento de una descendiente de la alta nobleza que tiempo más tarde sería coronada por el mundo como “la reina de la Salsa”. Se quiso acallar su canto en las estrechas paredes de una isla en el medio del Caribe y el planeta se rindió ante su energía, su voz, su rumba y su fuerza. Quiso Dios, la vida o su espíritu reencarnado (un mito en su vida) que fuera una estrella de dimensiones multitudinarias y su éxito ha sido imparable. Celia Cruz es hoy una de las figuras de mayor connotación internacional que le regaló al mundo una hermosa y auténtica imagen de Cuba y su cultura.
Somos muchos los cubanos que crecimos sin saber de Celia Cruz, especialmente los nacidos después del 60. Incluso aquellos que estudiamos la música como carrera nos fueron convirtiendo en auténticos desconocedores de artistas que quedaron fuera del propósito de un plan de estudio y de una política de difusión partidaria. Poco a poco, con la madurez y con “la actualización” casi obligada que nos van imponiendo las nuevas circunstancias de la vida, nos vamos “enterando” de sucesos importantes de nuestra historia, de sus personajes y de las obras que han marcado hito en distintas épocas y que en esencia hablan de nosotros, de nuestra cultura y que han dejado un legado que a veces nos cuesta reconocer y asimilar como verdadero y válido.
Así me ocurrió a mí con Celia Cruz. Supe de ella y de su canción una vez que salí de Cuba. Confieso que ante mí se descubría poco a poco una mulata ya entrada en años, con una vitalidad y un carisma impresionantes. Llena de alboroto, de colores extravagantes en su atuendo y de movimientos rumberos, supe y sentí que contagiaba a todo aquel al que le llegaba su potente voz.
Orgullosa de su procedencia y asombrada ante tanto éxito, traté de explicarme qué ocurría, dónde estaba la magia de Celia Cruz y cómo se producía su encantamiento. Busqué en mi memoria las referencias más cercanas hasta ese momento, Mercedita Valdés y Celeste Mendoza, dos mujeres estelares y excelentes exponentes de la música cubana, pero no resultaba la comparación.
Al igual que me ocurría con otros exponentes de la música cubana que “descubría” en aquel entonces, a través de Celia, pude apreciar una visión diferente de la música cubana que recorre el mundo, aprendí a valorar desde la distancia de mi tierra el significado de lo auténtico y de lo propio, el sentido de pertenencia que Celia nunca perdió y que la catapultó a la inmortalidad dentro y fuera de la cultura cubana.
Celia Cruz y Ray Barretto, Cúcala.
La dimensión de la figura de Celia Cruz me sedujo a conocer más de ella. Revisando sus datos he encontrado mucha bibliografía de fácil acceso, historias que se han tejido alrededor de su vida y trayectoria. En mí han quedado algunos aspectos que de alguna manera me acercaban a la verdadera dimensión de esta cantante cubana.
Uno de los aspectos más importantes es su voz, con ella cautivó a todos desde sus comienzos, aún cuando su imagen física no era todavía felizmente aceptada. Era dueña de una voz potente, de grandes sonidos graves, de proyección tempestiva que acomodó en cada canción con una afinación casi perfecta. Su timbre, su fuerza, su entonación y su seguridad son de las cualidades que saltan a primera vista en el canto de Celia. Voz abierta y resonante, de rumba y de son le daban singularidad a su estilo. La agresividad de sus improvisaciones, rítmicas por excelencia, sin frases largas de mayor significado, eran usualmente un juego de vocablos salidos de cualquier rumba de solar y que se definen como quizás el sello más distinguido en su canto.
Celia Cruz y la Fania All Stars, Quimbará.
Otro de los pilares de su grandeza está en la versatilidad de su saber hacer. Celia lograba insertarse con acierto en las corrientes estilísticas enmarcadas dentro de la música tropical y latina de su tiempo y supo aprovechar el boom de la salsa en las décadas del 60 y el 70. Su presencia fue altamente cotizada y fueron muchas las colaboraciones con grandes artistas de aquellos años que se convirtieron, al igual que ella, en auténticos exponentes de una cultura musical importante y que definieron las líneas estilísticas de géneros que aún perduran y le abrió el camino a otro tipo de expresividad de la música cubana. Cabe destacar que tampoco se limitó de participar en colaboraciones con exponentes pertenecientes a generaciones más jóvenes y colocar su granito de arena en las nuevas influencias.
Celia Cruz, La negra tiene tumbao.
Pero sin lugar a dudas, en mi opinión, el componente esencial de su estilo lo provoca el fuerte vínculo que estableció con su tierra, su Cuba natal. A ella se mantuvo atada por las raíces, la raza, la tradición, la identidad, la natural simpatía de su personalidad y su espíritu de positividad básica. En Cuba adquirió el oficio de cantar y la experiencia de trabajar en una de las agrupaciones más relevantes de su tiempo, La Sonora Matancera. Cuba fue para Celia el leitmotiv de su vida. Un punto de encuentro entre su ayer y su hoy, un intermitente tema de donde se nutría para hacer aflorar su autenticidad y su sabor; un referente que la identificaba y a quien siempre representaba aunque cada vez fuera más internacional su nombre. De manera recíproca y aunque las circunstancias políticas no la aceptaran, ella le devolvió a cambio, un mensaje sonoro lleno de singularidad y de un estilo inigualable que grita a los cuatro vientos “Azúcar” a la vez que recorre el mundo entero.
Celia Cruz con Miliki, Willy Chirino y Alain Pérez, La Cuba mía.
Son muchos los elementos en su estilo que determinan la grandeza de Celia Cruz. Su estilo inigualable se fue conformando y nutriendo de todos los elementos que en un primer momento se mostraban como avatares de su sufrido exilio. La Guarachera de Cuba supo aprovechar su momento histórico y su canto fue bandera de miles de cubanos que buscaban un rinconcito y un sonido donde recordar y sentir a la verdadera Cuba. Su poderoso legado está recogido en varias placas discográficas y avaladas en numerosos premios que le fueron otorgados a lo largo de su carrera artística. Su nombre escrito está, con grandes letras de oro en la historia de la música cubana y del mundo.
Hoy, su espíritu alegre y lleno de excentricidades divertidas sigue recorriendo el mundo en cada una de sus canciones, con voz retumbante, sonora, sonera, de Cuba y para el mundo la gran Celia Cruz. ¡Azúcar!
Celia Cruz, La vida es un carnaval.
Imagen de cabecera: Celia Cruz. Tomada de Celia Cruz Legacy Project en Tumblr
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