Por: Mirna Guerra.
La ópera es un género vocal instrumental en el que se vinculan dos factores esenciales: el drama y la música, de ahí su nombre drama per música. Desde su surgimiento en el siglo XVII persiguió como objetivo central adaptar el discurso oral al lenguaje sonoro y lograr la unidad indisoluble entre el significado del texto y la dramaturgia musical. Estos dos elementos constituyen los componentes esenciales de la ópera y de su correlación depende el resultado artístico general de la obra.
A través de la historia, la ópera ha evolucionado largamente adaptando su sentido creativo a las diferentes corrientes estéticas que han dominado la música desde el barroco hasta la actualidad, esta adaptación le permitió en muchas ocasiones mantener la hegemonía sobre otros género musicales, aunque también ha atravesado largos periodos de decadencia y estancamiento.
En Cuba la presencia de la ópera cobró importancia en las últimas décadas del siglo XVIII con la construcción del primer teatro llamado Coliseo entre los años 1771 a 1776, más tarde renombrado Teatro Principal. A partir de 1810 comenzaron a llegar las primeras compañías líricas, bailables y dramáticas españolas y con ellas la invasión de la ópera. La inauguración del Teatro Tacón en 1834, junto a la importancia que como plaza teatral iba alcanzando Cuba, promovió la sucesión constante de grandes compañías italianas de ópera con famosos cantantes de la época, que sustituyeron en gran medida a las venidas de la península. La aparición de nuevos teatros no solo en la capital, sino también en otras ciudades importantes de la Isla como Matanzas, Cienfuegos, Camagüey y Santiago de Cuba, hizo que el gusto musical cubano sufriera un vuelco casi absoluto hacia el estilo italiano. Esta proliferación de teatros contribuyó a la organización de temporadas estables de ópera con una gran influencia en el publico cubano.

Teatro Tacón. Imagen vía masviajesdigital.com
La representación de óperas en la Isla se realizaba con una rapidez fantástica, casi de manera paralela a sus estrenos en Europa. Entre las obras más representadas se encuentra las composiciones de Vicenzo Bellini (La Sonámbula, Norma), Gioacchino Rossini (L’italiana in Algeri, Semiramide y El Barbero de Sevilla) y Gaetano Donizetti (Lucía de Larmermour), así como las óperas tempranas de Giuseppe Verdi (Un Baile de Mascaras y La Traviata), entre otras. Todas ellas deudoras de la tendencia estilística más generalizada en Italia en la primera mitad del XIX: el Bel Canto.
Se dice que la primera ópera cubana fue estrenada en 1807, titulada América y Apolo de autor desconocido. Le sucedieron posteriores creaciones realizadas por compositores foráneos radicados en Cuba como el español José Serrano y los italianos Stefano Cristiani, el violinista Luigi Arditi quien estuvo en La Habana de 1846 a 1851 (Gulnara, 1848), el contrabajista Giovanni Bottesini, residente hasta 1855 (Cristobal Colón, 1847), estos últimos llegaron a dirigir la orquesta del Teatro Tacón y estrenaron algunas de sus obras.
A lo largo del XIX los creadores cubanos tuvieron una fuerte inserción en el género cuyo máximo representante por la cuantía y difusión de sus óperas fue Gaspar Villate (1851-1891), no obstante su obra operística como ya era generalidad respondió a los cánones estilísticos que dictaba sobre todo Italia. Entre sus principales títulos se encuentran Zilia (1877), La Czarina (1880), Richeliu, Sulia, Baldassare inspirada en el drama de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1885) y Cristóbal Colón. Sus óperas fueron presentadas en los escenarios europeos de París, La Haya y Madrid. El estreno en el Teatro de los italianos de París de la ópera Zilia constituyó un verdadero acontecimiento musical y recibió los mejores elogios de la crítica y la prensa parisinas.
Otro compositor cubano, el santiaguero Laureano Fuentes Matons (1825-1898), fue considerado el primer músico cubano en componer una ópera con el estreno de La Hija de Jefté en 1875, obra que años mas tarde fue traducida al italiano y cambió el nombre por Seila. También figuran las creaciones de otros renombrados compositores cubanos del siglo XIX e inicios del XX, como el destacado pianista Ignacio Cervantes con su drama Maledetto estrenada en 1895 y la ópera cómica en dos actos y cinco cuadros Los Saltimbanquis, compuesta en 1889. El músico y pedagogo holandés radicado en Cuba Hubert de Blanck, creador de la ópera Patria, la primera obra que hace referencia a la independencia de la Isla, además de los títulos Actea e Icaona, José Mauri Esteve director de orquesta y compositor, autor de la primera ópera de ambiente cubano La Esclava, en la que incluyó muchos de los géneros populares del país, y Eduardo Sánchez de Fuentes, el más prolífero de los compositores en este género con varios títulos entre los que destacan Yumurí, Doreya, El Náufrago, Dolorosa, El Caminante y Kabelia.
De izquierda a derecha: Ignacio Cervantes, Hubert de Blanck y Eduardo Sánchez de Fuentes.
Durante los años finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX la composición operística en Cuba siguió los patrones de estilo lírico de la escuela italiana. Casi todas las óperas estrenadas hasta 1939 aspectos como el lirismo melódico, el equilibrio armónico, la estructura formal seguían manteniéndose en el estilo de creación de los músicos.
Fuentes:
- Mirna M. Guerra: La Opera Cubana , inédito (2000).
- https://cubaenlamemoria.wordpress.com/2012/08/22/curiosidades-cuba-la-opera/
- http://www.encaribe.org/
- https://worldwidecubanmusic.com/
Imagen de cabecera: vía www.pixabay.com
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