Por: Mirna Guerra.
El papel de la mujer en la sociedad es esencial, decir mujer está unido al sentido de la vida. Habitamos la tierra que asociamos a la madre y llegamos a la vida a través de una mujer. En el transcurso de los años generaciones de mujeres han sido capaces de fortalecer su voluntad y encontrar el conocimiento y la energía necesarios para trascender y cambiar el rumbo de la historia. Durante siglos la sociedad ha establecido normas que han situado a la mujer en segundo plano respecto al hombre intentando anular su fuerza, carácter y talentos innatos, normas que han ido cambiando hasta el reconocimiento actual de las mujeres como multiplicadoras de los valores, conocimientos y tradiciones que dan cuenta de la riqueza cultural (1).
Cuba cuenta con muchas páginas que se han escrito con nombre de mujer, ella está presente en todos los ámbitos artísticos, la música, la literatura, la danza y la pintura. Hoy nos ocupan dos de las más ilustres figuras femeninas que enriquecieron la cultura cubana en la época colonial, dos glorias del arte que el mes de marzo unió en el tiempo, la llegada a la vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda, La Avellaneda de Cuba y el adiós a la llama creativa de Mercedes de Santa Cruz y Montalvo, la Condesa de Merlín.
Estas dos grandes mujeres dejaron su huella en la historia a través de un rico legado literario, la una como cronista, La Condesa de Merlín, la otra como una de las más importantes escritoras de la literatura hispanoamericana, La Avellaneda. Mujeres de un inmenso poderío intelectual que influyeron en el desarrollo cultural de aquellos lugares donde residieron. Entre las dos ha sido posible establecer un cierto paralelismo que comenzó en la época que les tocó vivir, la sociedad colonial decimonónica. Ambas cubanas y criollas nacieron en el seno de familias de descendencia noble española quienes por decisión familiar partieron muy jóvenes de Cuba hacia Europa, estableciéndose en la Metrópolis durante años pero sin perder un ápice de los sentimientos que le identificaban con el suelo patrio, recuerdos que ambas expresaron en sus diferentes obras. Dos mujeres pioneras en los salones y el mundo cultural madrileño y parisino de la primera mitad del siglo XIX, las que se convirtieron en referentes de la sociedad civil de su tiempo.

Retrato de Gertrudis Gómez de Avellaneda por Federico de Madrazo. Museo Lázaro Galdiano. Imagen vía http://www.asale.org/
Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga, camagüeyana, nació en Puerto Príncipe el 23 de marzo de 1814 y falleció en Madrid el 1 de febrero de 1873. Descendiente de españoles, su padre fue comandante de la marina y estaba a cargo de las regiones centrales de Cuba. Como la mayoría de las jóvenes de noble cuna fue instruida en la música, la danza y la pintura, pero fue en la literatura donde encontró el modo de expresar su carácter rebelde y apasionado. Con 22 años se trasladó a España junto a su familia, en la primera etapa de su viaje residió en Francia durante un tiempo y luego vivió en La Coruña y en Sevilla. En esta última ciudad la prensa publicó algunos de sus versos, los que firmaba con el seudónimo de La Peregrina. Años más tarde se instaló en Madrid donde desarrolló la mayor parte de su obra literaria y donde su talento como escritora fue reconocido al ser premiada por el Liceo Artístico de Madrid en un certamen poético, de este modo vió consolidado su prestigio como escritora. Las obras de La Avellaneda están marcadas por sus experiencias personales, muy ligadas al amor, la libertad de la mujer, la nostalgia por la tierra lejana y el exilio.
Gertrudis Gómez de Avellaneda regresó a Cuba tras más de veinte años de ausencia. Su nombre estaba precedido por la notoriedad que había alcanzado en España por lo que fue ampliamente homenajeada y proclamada Poetisa Nacional en el Liceo de La Habana. En esta etapa estuvo a cargo de una revista destinada al público femenino El Álbum Cubano de lo Bueno y de lo Bello, donde tuvo ocasión de publicar algunos de sus artículos sobre el papel de la mujer, los que provocaron controversia en la sociedad del momento.
Las creaciones de La Avellaneda comprenden poesía, novela y obras de teatro. Dos de sus obras fueron puestas en música por compositores latinoamericanos. La novela romántica Guatemotzín inspiró la ópera homónima del compositor mexicano Aniceto Ortega Villar, esta ópera es una de las primeras de su género en México en utilizar un tema nacional. En el libro se hace referencia a la conquista de México y exalta la figura del emperador azteca Cuahtemoc en la defensa de la ciudad. Fue estrenada el 13 de septiembre de 1871 en el Gran Teatro Nacional de México. La otra ópera fue Baldassare, en cuatro actos, del compositor cubano Gaspar Villate y Montes con libreto basado en el drama bíblico Baltasar (escrito en 1858). La ópera tuvo su estreno en el Teatro Real de Madrid en 1885.
A pesar de ser una escritora reconocida y admirada por su gran cantidad de publicaciones, a Gertrudis nunca se le permitió formar parte de la Academia de Letras por el único hecho de ser mujer. Pero no fue este motivo alguno para doblegar el carácter indómito de La Avellaneda, ella continuó escribiendo sobre los temas más importantes para la mujer pese a los convencionalismos sociales convirtiéndose en una figura revolucionaria dentro de su época.
Al partir de Gertrudis Gomez de Avellaneda
¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!… La chusma diligente,
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!… Ya cruje la turgente vela…
el ancla se alza… el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela.
La Avellaneda conoció la obra de la Condesa de Merlín en España, de ella escribió una breve biografía en el prólogo a su libro Viaje a La Habana, donde describía a la Condesa como “una de las ilustres figuras que brilla entre los más distinguidos escritores contemporáneos” (2), tambien consideraba que la mayor parte de las obras de Mercedes de Santa Cruz aunque poseían un marcado tono francés, honraban el suelo patrio que le vió nacer. Gertrudis se identificó con Mercedes por su carácter independiente y su postura frente a los temas sobre la educación, la cultura y la mujer. Tambien le unían el sentimiento común que provocaba el exilio y lo expresaba en una queja: “Desgracia es de Cuba que no florezcan en su suelo muchos de los aventajados ingenios que sabe producir…La señora Merlín escribe en un país extranjero y en una lengua extranjera, como si favoreciesen diferentes circunstancias la fatalidad que despoja a la reina de las Antillas de sus más esclarecidos hijos” (3). Pero ¿quién fue la Condesa de Merlín?

Retrato de Mercedes Santa Cruz y Montalvo. Imagen vía http://www.nbcnews.com
María de las Mercedes de Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlín, conocida también como La bella criolla. Nació en La Habana en febrero de 1789 en una de las familias de mayor abolengo de la Cuba colonial los Condes de Jaruco. En su más temprana adolescencia viajó a España estableciéndose en Madrid junto a su madre Teresa Montalvo, Condesa de Jaruco, una mujer muy reconocida en la sociedad española por agrupar en su salones a las figuras mas representativas de la literatura, el arte y la diplomacia del momento. Allí la joven Mercedes recibió una esmerada educación afrancesada que incluía estudios de música y canto. Fue en estos salones donde también conoció a su futuro esposo el general francés Christophe-Antoine Merlín quien poseía el título de conde y al que acompañó a Francia tras el levantamiento de España contra los franceses en los primeros años del XIX.
Ya en el país galo la Condesa de Merlín se insertó en las esferas sociales mas elevadas y aristocráticas. En sus salones franceses organizó veladas donde se debatían temas tan diversos como la filosofía, la literatura o la música, estos se convirtieron en un espacio donde la mujer podía dar a conocer sus escritos o interpretar algunas piezas cantando o tocando un instrumento musical. Sus tertulias se convirtieron en uno de los espacios más visitados y afamados de la época, por ellas desfilaron grandes celebridades de la cultura como Balzac, Chateaubriand o George Sand y músicos de la talla de Meyerbeer, Liszt, Chopin, Gioaccino Rossini, o la cantante María Malibran, estos últimos amigos de la condesa. Además de una brillante anfitriona Mercedes de Santa Cruz destacó por sus excelentes cualidades vocales de soprano y deleitó a sus invitados con el arte del canto, se conoce que incursionó en la composición con la creación de aires al estilo español.
La Condesa de Merlín cultivó también la escritura, la mayor parte de sus obra poseen un carácter autobiográfico y están recogidas en varios relatos sobre su vida y sus experiencias allí por donde viajaba. Casi todas sus publicaciones están editadas en francés aunque también han sido traducidas al inglés y al italiano. Entre sus escritos más importantes se cuentan sus memorias, así como la biografía sobre la corta vida de la soprano María Malibrán o su libro en forma de crónica Viaje a La Habana, donde narra a través de varias cartas su estancia en Cuba durante 1840.
Viaje a La Habana está dedicada a Cuba y como dice la propia condesa en su introducción “a sus compatriotas”, es una reflexión personal sobre su identidad y un vínculo con la tierra que le vio nacer. Un libro cargado de nostalgia con un lenguaje costumbrista y romántico matizado con algunos tonos reivindicativos. En este se aprecia un retrato del paisaje social de la Cuba española, perfectamente reconocible a través de imágenes idealizadas y exóticas de la tierra. En sus páginas se hace referencia al carácter del cubano, sus costumbres, tradiciones y cultura.
En varias de las cartas que conforman el libro la música está presente. A través de ella la autora pone de manifiesto la clara diferenciación de los estratos sociales que componían la colonia. En sus relatos hace mención del “ruidoso” canto entonado por los negros cuando se acompañaban en el trabajo; también describe la música campesina en el personaje del guajiro que se expresa a través del canto improvisado y la décima; y como no, hace referencia a la hegemonía casi absoluta de la música europea italiana, francesa y española que se presentaba en los salones y los escenarios habaneros a partir de la fuerte presencia de la ópera y la tonadilla.
Mercedes de Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlín falleció en París el 31 de marzo de 1852. Sus obras dejaron constancia de la independencia de carácter de esta mujer, pionera en una sociedad dominada por hombres que desafió los cánones de su época convirtiéndose en una de las primeras autoras reconocidas dentro de la literatura cubana. La Condesa de Merlín junto a La Avellaneda abrieron el camino a la apertura femenina en el plano cultural siendo abanderadas en la expresión de sus ideales y pensamiento.
Aire español de Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlin.
Referencias:
(1) Araujo Castro, María Consuelo: Las mujeres y la identidad cultural.
(2) Gómez de Avellaneda, Gertrudis: Prólogo al libro Viaje a La Habana de La Condesa de Merlín.
(3) Ídem.
Fuentes:
- Caballero Wangüemert, María: Condesa de Merlín. Viaje a La Habana, Editorial Verbum S.L, Madrid, 2006.
- https://mujeresparapensar.wordpress.com/2009/01/16/gertrudis-gomez-de-avellaneda/
- http://www.ecured.cu/María_de_las_Mercedes_Santa_Cruz_y_Montalvo
- http://www.alinagarcialapuerta.com/
- http://www.poemas-del-alma.com/gertrudis-gomez-de-avellaneda.htm#ixzz44B8sv9pS
Imagen de cabecera: collage a partir de los retratos de María de las Mercedes de Santa Cruz y Montalvo (izquierda) y Gertrudis Gómez de Avellaneda (derecha)
Un comentario en “Dos mujeres con nombre propio, dos cubanas para el arte”
Los comentarios están cerrados.