Por: Lic. Eurydice Losada.
Para los que trabajamos con niños en el campo de la creación o en el campo específico de la enseñanza existe un término, canción infantil, que no nos aporta mucha claridad desde el punto de vista técnico composicional, estructural y/o estilístico, lo cual no nos facilita determinar con precisión y objetividad los requerimientos y la selección del repertorio que el fenómeno de la cancionística presenta a esta importante población.
La práctica cotidiana aporta un conocimiento impreciso debido al variado conjunto de componentes que poseen las canciones denominadas infantiles, las que varían sensiblemente entre sí en lo relativo a la estructura composicional y propio tratamiento de sus textos.
Ello ha condicionado finalmente que sobre el término de lo “musicalmente infantil” cada profesor, creador e intérprete que trabajan con los niños se plantee un concepto muy individual y particularizado.
Hace algún tiempo, con el fin de ganar claridad y organicidad hacia este término, decidí dos criterios de funcionalidad que mostraran determinadas diferencias para de ese modo sustentar -y decantar- la forma de organizar y conceptualizar el término canción infantil, creación musical infantil.
Propuse dos grandes interrogantes en las que muchos maestros e instructores coincidieron se hallarían las mayores diferencias, pretendiendo que ello nos pudiera aportar los elementos que diferencian y distinguen la canción y creación musical infantil:
- ¿Consideramos canción infantil a la canción que estimamos apropiada para que el niño la cante y que entonces requiere un concepto determinado sobre el texto, el ritmo, la melodía y la tesitura?
- ¿Consideramos canción infantil a un diapasón creacional mayor que incluye todo lo que canta el niño, más todo lo que se le canta al niño?
Al organizar una notable cantidad de obras que todos los que voluntariamente aceptaban nuestra encuesta admitían como canciones infantiles, nos percatamos que si considerábamos sólo la primera interrogante excluiríamos de facto todo lo que el teatro, narrativa para niños, así como dibujo animado y arte cinematográfico le han aportado a la cancionística y creación musical para los niños.
En el otro polo, si teníamos en cuenta solo la segunda interrogante se mostraban enormes diferencias en torno a parámetros como: tesitura, movimiento melódico, metro-ritmo del texto y lógicamente tratamiento y contenido de los textos; todo lo cual hacía inseguro un método de ordenación que precisara lo que buscábamos en relación a “parámetros técnicos-composicionales de la llamada música infantil” .
Hubo algo, sin embargo, que al querer dar respuesta a ambas interrogantes se patentizaba, y ello era lo que la práctica y el quehacer musical ha establecido con relación al término canción infantil, el cuál, más que un género musical que defina modos específicos para asumir determinado tipo de creación, indica solamente quien va a ser el principal consumidor de la obra en cuestión.
De este modo y con el fin de organizar el género canción tanto para la selección de repertorio, como para el campo de la composición, determinamos -siempre de acuerdo a criterios de funcionalidad-, llamar:
- Canción de los niños a aquella que realizada dentro de determinados parámetros de tesitura, melodía, ritmo y texto, se compone con el fin de que el niño la incorpore a su repertorio vivo, logre cubrir sus exigencias de gusto, cumpla la función de comunicación afectiva que este género lleva implícito y de la cual se espera que el niño se apropie porque responde a sus necesidades artístico-recreativo- vivencial.
- Denominando Canción para los niños a aquella que compuesta con el fin de cubrir muy diferentes funciones, posee un diapasón creacional muy amplio y no tiene -precisamente- que ser cantada por un niño, aunque se obvio que debe aumentar su capacidad sensitiva-sensorial hacia el mundo que lo rodea.
Estos términos, útiles tal vez para el campo de organización y selección de repertorio, no resuelven sin embargo un conjunto de interrogantes que dejan el campo de la cancionística para niños abierta a la intuición personal del compositor, por ejemplo:
¿Cómo abordar en la síntesis específica que representa la canción, el enorme diapasón de realidades motivacionales y de conocimiento que abarca la llamada primera edad y que comprende de 0 a 12 años, periodo, no obstante que abarca las más grandes diferencias de intereses y motivaciones diversas en periodos de tiempo extremadamente cortos?
Realmente nadie se ha planteado dar respuesta a este amplio conjunto de interrogantes que se plantea aquel que recibe el encargo de componer música para niños y desea acometer con un mínimo de información la creación para estos.
Debemos confesar que muchos aspectos del trabajo hacia los niños son considerados aún como “géneros menores” tanto en el campo de la creación musical como para la musicología, e inclusive, muchas veces se le asume con un falso respeto en el que se encierra una inexplicable subestimación.
Si quisiéramos plantear las interrogantes que presenta la cancionística de y para los niños en forma de problema a asumir por parte de compositores y teóricos de la música, la plantearíamos como: “un conjunto de aspectos técnicos no estudiados, no ordenados, que se requieren para que el género canción infantil asuma con la calidad que demanda el presente a la creación musical para niños”.
Mientras no existan respuestas claras y precisas para los que trabajan con y para los niños, se mantendrá el vacio que todavía presenta la producción musical para niños, siendo cierto que en su defecto estos se apropiaran del repertorio adulto, lo que (sobre todo) en relación con los textos, está muy lejos de ser útil.
De toda la realidad musical que envuelve hoy mismo la vida del niño es justamente la canción el género que con mayor asertividad puede servir de instrumento a su demanda, sea cuál sea la canción que asuma para expresarse.
Sería importante encontrar el camino para llegar musicalmente al niño, no solo con las canciones que creemos le hacen bien o le hacen falta; y que (casi siempre) parten de nuestro punto de vista bien intencionado pero (casi siempre) sin plantearnos comprender en integridad e importancia los conceptos de contemporaneidad a la que este siglo somete a nuestros niños, así como reconociendo que el proceso de crecimiento racional y emocional en los niños es en la actualidad mucho más rápido por lo que el cambio de intereses por periodos de edad es muy acelerado.
Todo esto, de ser reconocido, se convertiría en un campo interesante para el quehacer de la creación musical y musicología de este milenio, las que podrían responder con mejor precisión una mejor oferta a esa población que no espera porque crece más aceleradamente que nunca y con más información de la que puede ser capaz de comprender y asimilar.
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