Por: Imilka Fernández
Uno de los más elegantes hoteles de La Habana abría sus puertas en 1930. El elegante Hotel Nacional con vistas al mar, desde su localización en el Vedado, se erguía como icono de una sociedad próspera, poderosa, de real encanto y de un atractivo indiscutible. La Habana crecía y se conviertía en una ciudad de grandes edificios con lujosos hoteles, grandes teatros y salas de conciertos, de alegres casinos y clubes nocturnos de gran concurrencia. Todos los ojos se volvían hacia la larga isla caribeña. Se realizaban videos de promoción para turistas interesados en visitar la ciudad y la infraestructura se acomodaba a este resplandor con eventos importantes como la inauguración del Aeropuerto Internacional José Martí en 1930 y la iniciación de los vuelos directos con pasajeros desde Cayo Hueso y Miami hasta La Habana. Artistas y escritores destacados se daban cita en la ciudad para participar de una vida cultural floreciente llena de conciertos, conferencias, estrenos de obras y de un ambiente perfecto para que la fantasía y la creatividad aflorara con gusto.
Fragmento de A tour of the city of Havana, Cuba in the 1930’s de Andre de la Varre.
Según el investigador Cristóbal Díaz Ayala, en una época anterior, a comienzos de la república (1902), “se hizo mucho hincapié en la música de bandas y clásica”. De 970 obras que tenía la Banda Municipal de La Habana, 30 eran de autores cubanos y 80 eran danzones, mientras que 147 eran pasodobles. Se pagaban sumas impresionantes por los conciertos en las salas de cantantes de óperas famosos de la época como Titta Ruffo, Enrico Caruso, Lauro Volpi, entre otros.
La música popular estaba en un plano de bastante menor valor, relegada al menosprecio y todo lo que fuera derivado de las manifestaciones vernáculas o de lo afrocubano, eran discriminados por las clases cultas y por el gobierno. Fuera de La Habana, allá en el Oriente, la música popular definía géneros como el son y la guaracha que se convirtieron en nuestra identidad por excelencia y por fortuna, logrando expandirse hasta el occidente de la isla.
Todo parece indicar, según este destacado investigador, que el interés comercial que despertó Cuba en los años 30, época de absoluto dominio norteamericano, creó el ambiente propicio para la proliferación y difusión de la música popular cubana.
Hay en La Habana de entonces una gran demanda de espectáculos y conciertos devengados de esos intereses comerciales de presentar a la isla como un paradisíaco destino de entretenimiento y de diversión y los músicos aprovechan su oportunidad. La fuerza del formato jazz band norteamericano, los ritmos del foxtrox, del charlestton y del jazz que paulatinamente habían invadido la capital, pronto dejan de ser novedades para los músicos cubanos que se imponen a las orquestas contratadas desde Estados Unidos, ganándoles la pelea al mantener además, en su repertorio, clásicos de la música cubana como danzones, guarachas y sones. El formato jazz band comenzó a padecer entonces de una “cubanización” al adaptarse a la interpretación de los ritmos cubanos. [La primera jazz band cubana que tocó danzones fue la del maestro Moisés Simons, quien tocaba el piano junto a Virgilio Diago (vl), Pablo O’Farril (ctb) José Betancourt (sax. tenor) y Alberto Socarrás (sax. alto), entre otros].
Si bien por una parte la música cubana estaba recibiendo importantes influencias en cuanto a sonoridades, armonías, timbres y estructuras, por la otra se estaban definiendo, a nivel conceptual, rasgos que tipificarían el modo de hacer cubano. Géneros como el son, la rumba o el bolero, se había consolidado a través de repeticiones de patrones rítmicos-melódicos y tímbricos. El encuentro abierto y desprejuiciado con lo diferente, el saberse exitoso en esta “noble y silenciosa” rivalidad musical, fue quizás una motivación para los músicos cubanos de dar a conocer el lenguaje musical cubano. Cuba sale al mundo mostrando su riqueza y mixtura sin perjuicio alguno de contaminarlo con su esencia.
Trío Matamoros, Lágrimas negras.
Hay múltiples referencias documentales de compositores y músicos cubanos que desde siempre desarrollaron una carrera profesional fuera de Cuba; sin embargo, hay muchos otros que iniciaron el camino y provocaron el “efecto llamada” a otros músicos que poco a poco se iban estableciendo en el nuevo contexto y conjuntamente, muchas a veces sin intención premeditada, fueron creando las bases para fuertes movimientos de “autoridad cubana” expresadas a través del uso de los tópicos cubanos a nivel musical.
Actualmente la presencia de músicos cubanos en el extranjero es cada vez mayor y más dispersa alrededor del mundo. Los encontramos desarrollando su actividad no sólo desde la posición de intérpretes o creadores, sino también como productores, docentes y orgullosos de obtener reconocimientos de instituciones internacionales que avalan su éxito. Hay lugares como París, Nueva York, México o España donde se pueden concatenar generaciones de músicos que, conectadas o no, están dibujando la trayectoria de nuestro talento musical en el extranjero. Aquellos músicos de los 30 que tomaron la iniciativa de salir, de establecerse y de crear en nombre de una tradición y de un amor a la tierra, nos abrieron la puerta al mundo y el mundo entró en nosotros.
Fuentes:
- Díaz Ayala, Cristóbal. Cuando salí de La Habana. 1898-1997: Cien años de música cubana por el mundo. Fundación Musicalia, Puerto Rico 1999.
- https://revistas.ucm.es/index.php/RASO/article/viewFile/RASO0808110095A/8971
Imagen de cabecera: Moisés Simons y su Jazz Band en el Hotel Plaza de La Habana, 1928. Foto tomada de www.culturalhistoryofthedrumset.wordpress.com