Érase una vez un hombre y una guitarra: Pablo Quintana

“Lo que Pablo hace no se ve, no es estructura, es intangible, solamente se oye, porque la guitarra está hecha para ser escuchada”

Ildefonso Acosta

 

Horas de silencio le acompañan. Vista atenta escudriñando de cerca los detalles, manos adiestradas en acariciar la madera buscando sentir lo que la mirada no alcanza descubrir. Concentración, paciencia, testarudez… Madera, barniz, cola, son los aromas que invaden un espacio de luz que cada mañana, a veces antes de que se despierte el sol, Pablo ocupa como su sitio habitual. Es su taller de lutería el lugar de cita de todos estos elementos, un taller que ha viajado, que se ha adaptado y que siempre ha encontrado un espacio allí donde Pablo ha rediseñado su vida. Porque Pablo es su taller, su taller es su vida y hacer una guitarra, su pasión.

Pablo Quintana

Pablo Quintana en la actualidad

Nace Pablo Quintana Soto en Matanzas (1928), en el seno de una familia de origen campesino. Entre la viruta y el serrín que suelta la madera al ser trabajada, transcurre la infancia de Pablo. En el Valle de Yumurí, su padre era un carpintero que hacía muebles para el hogar. Los juegos y juguetes de Pablo estaban siempre cerca del martillo y de los troncos de madera, una afición heredada que años más tarde ayudaría, y mucho, a su profesión de luthier. Su afición de tocar la guitarra también le viene desde joven y llegó a formar parte del Trío Tradicional, un trío trovadoresco que gustaba de tocar tangos y acompañar a varios intérpretes en la Peña del Tango de Matanzas.

Fue dependiente de comercio, carpintero, encofrador y chofer de alquiler. Quiso la buena suerte que un día del año 1968, Pablo se reencontrara con uno de los guitarristas más prestigiosos de su tiempo, Ildefonso Acosta, otro matancero que residía muy próximo a Pablo y cuyas inquietudes iban más allá de obtener importantes galardones como intérprete de la guitarra en concursos y festivales internacionales. Pablo ya había incursionado en la construcción de un requinto y de una guitarra rústica que le había hecho a un pescador. Juntos, por la misma afición, emprendieron un largo camino plagado de experimentos, de estudio e investigación de otras guitarras y de manuales de construcción de instrumentos de cuerdas, sin duda, un camino lleno de horas de auténtica complicidad profesional.

De la hermandad que surgió entre estos dos hombres, Ildefonso y Pablo, llegó el nacimiento de una guitarra que revolucionó y marcó un antes y un después en la fabricación de este instrumento musical en Cuba: La guitarra Pablo Quintana.

A comienzos de los ’70 quedan registradas las primeras guitarras de Pablo en un control personal que él lleva de cada una de sus guitarras. A petición de Ildefonso, el primer instrumento salido de su taller fue probado por los grandes guitarristas cubanos del momento: Ñico Rojas, Guyún, Ortega, Leo. «¿De dónde le sale el sonido a esa guitarra?» – expresó curioso el maestro Guyún.

En 1976 por primera vez una guitarra Pablo sale al extranjero “la húngara”, la bautizaron así por ser Hungría el primer país a donde viajaba de la mano de Ildefonso. Allí todos quedaron impresionados por la calidad del sonido de la nueva guitarra cubana.

Una guitarra Pablo

Una guitarra Pablo

La noticia de la calidad de sus guitarras corría como la brisa a lo largo y ancho de toda la isla. Las guitarras Pablo estaban teniendo un nivel de perfeccionamiento y acabado que bien podían competir con cualquiera de rango internacional. Su taller era justificación de visitas de guitarristas internacionales que visitaban Cuba incluso antes del Festival y Concurso Internacional de Guitarras que se instaurara en La Habana cada dos años a partir de 1982. Alirio Díaz, Antonio Lauro, entre otros importantes maestros de la guitarrística de esa época, eran ya auténticos admiradores de las guitarras del matancero.

Pero sin lugar a dudas, el Concurso y Festival Internacional de Guitarra de La Habana fue una de las principales vías por las que se internacionalizó con mayor intensidad las guitarras Pablo Quintana, pues se entregaba una guitarra Pablo como parte de los premios a los ganadores del festival. Guitarristas como el puertorriqueño Iván Rijos o la canadiense Liona Boyd se hicieron eco de la calidad de estas guitarras y hasta el propio Masaru Kono, el excelente luthier de guitarra japonés, visitó interesado el taller de Pablo allá en el reparto Versalles de Matanzas.

Las escuelas de arte, especialmente las de nivel medio de toda la isla fueron quizás las más beneficiadas con la construcción de estas guitarras. Los profesores egresados del Instituto Superior de Artes (ISA) fueron los primeros en poder acceder a comprar la guitarra Pablo a un precio módico. Poco tiempo después los estudiantes comenzaron a trabajar sus programas habituales de la enseñanza de este instrumento con guitarras Pablo, de manera que, al tener un instrumento de tan buena calidad en cuanto a sonido y afinación, se garantizaba una sólida preparación de los jóvenes guitarristas cubanos.

Aunque Pablo nunca trabajó directamente en la Fábrica de Instrumentos Musicales Fernando Ortiz ubicada en El Cerro, La Habana, era el encargado de comprar en el extranjero los materiales, especialmente las maderas adecuadas en el tiempo de corte y conservación preciso, que abastecían toda la producción nacional de las guitarras en Cuba. Una compra que, desde el conocimiento y la experiencia, una persona como Pablo realizaba con grandes aciertos desde hacía unos años. Tristemente estas condiciones cambiaron. Personas con poder tomaron erradas decisiones que afectaron la tranquilidad de Pablo, provocándole desánimo y frustración.

En 1999, decide establecerse definitivamente y durante el corto período de un año en Madrid, España, allí trabajó en el Centro Cubano. Más tarde se instala en Nueva York donde trabaja para una compañía constructora italiana y finalmente se reencuentra con su familia en la Florida aproximadamente en el 2012. Actualmente, Pablo reside en Port Charlotte en el estado de la Florida.

De izquierda a derecha: Gerardo Pérez, Imilka Fernández d WCM y el maestro Pablo Quintana

De izquierda a derecha: Gerardo Pérez, Imilka Fernández de WCM y el maestro Pablo Quintana

Pablo logró volver a montar su taller. Todas las maquinarias de las que se sirve para trabajar han sido creadas por él mismo con el propósito de hacer el mejor instrumento. Hoy lo acompaña el guitarrista cubano Gerardo Pérez quién le prueba las guitarras y le sirve de asesor. Tiene un alumno, Osmani García, el único que ha recibido instrucciones directas y el secreto del éxito de las guitarras del maestro lutier.

Muchos factores coincidieron felizmente para el desarrollo de una escuela de guitarra cubana, una escuela que hoy sigue dando figuras internacionalmente reconocidas con las nuevas generaciones. Sin lugar a dudas, el aporte de Pablo Quintana tuvo una gran participación en todo este éxito. La pasión de este hombre de andar tranquilo, sonriente y sabio, no es hacer una guitarra, es hacer la mejor guitarra, que siempre es la última, la que está allí recién pegada, junto a la ventana, acabadita de barnizar, con olor a cola y a madera en su taller de cada mañana.

La nobleza de su persona, su sencillez yumurina y su amor desmedido por hacer guitarras le incitan a seguir produciendo, especialmente para los cubanos, para sus guitarristas de acá, de la otra orilla y para todo aquel que quiera tocar con una guitarra Pablo.

Imagen de cabecera: Pablo Quintana (centro), Félix Puig (de espaldas) y Ricardo Becerra (derecha) durante la filmación del documental que Worldwide Cuban Music está realizando sobre Pablo Quintana y sus guitarras.